domingo, 11 de agosto de 2013

Libros sobre la crisis

Uno breve antes de irme de vacaciones y sólo para comentar un par de libros que he leído en los últimos meses, recomendables como son siempre los que aparecen en esta página aunque, como también suele ser habitual, lleven ya algún tiempo en las librerías. El tema común es la crisis económica y el diagnóstico al que ambos llegan muy similar aunque las soluciones no tengan por qué coincidir. Crisis del sistema bancario, no se olvide nunca añadir el complemento, porque sólo desde la mala fe o siendo un rematado zoquete se puede seguir manteniendo la falacia de que la actual situación está provocada por el endeudamiento y el despilfarro de particulares y haciendas públicas (aquel famoso “vivir por encima de nuestras posibilidades”) cuando está demostrado que la causa ha sido la falta de reguladores eficaces y la irresponsable conversión de un modelo de negocio basado en el ahorro y el crédito en otro dedicado a la pura especulación. Tanto es así que en los primeros momentos del crack hasta hubo un amago de propósito de enmienda, asustados los responsables del desastre ante la posibilidad de que sus cabezas acabaran adornando las lanceoladas puntas de las verjas de los organismos implicados. Mas, como ya hemos comentado en varias ocasiones, el populacho que les ha tocado en suerte en estos tiempos es mansurrón y pastueño, y no protesta salvo que se le prive de sus entretenimientos favoritos, algo de lo que nuestros amos se guardarán mucho por la cuenta que les trae. De este modo y con la inestimable ayuda de una clase política corrupta y unos medios de comunicación comprados se ha conseguido que los trabajadores y la sociedad en general acepten como inevitables medidas restrictivas que ni en la más delirante de sus fantasías habrían imaginado los empresarios que podrían llegar a aplicar en un país de la Europa occidental.

El primero de estos libros es "Hay alternativas", escrito a seis manos por Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón, los tres economistas y figuras representativas de un cierto pensamiento de izquierdas que la fracción más ortodoxa acostumbra a repudiar colocándoles el sambenito de “socialdemócratas”. El libro se escribió al calor de las manifestaciones y acampadas que siguieron al 15M y tiene el estilo claro y didáctico de quienes están habituados a la docencia. Y esa es su principal virtud, explicar en un lenguaje comprensible, con detalle pero sin demasiados tecnicismos, el origen de la presente crisis, la bancaria mundial y la española en particular con las singularidades propias de nuestra idiosincrasia. Y cómo en modo alguno se podrá escapar de sus consecuencias aplicando las políticas que recomiendan el Fondo Monetario Internacional y demás instituciones de su cuerda. La única solución, insisten los autores, es aumentar la inversión pública sobre todo en lo referente al gasto social, incrementando al tiempo los salarios para estimular el consumo y la actividad económica. Algo que no es utópico y que se podría llevar a cabo si el estado no se hubiera descapitalizado y endeudado hasta las cachas por salvar al negocio bancario. El libro se cierra con un centenar de recomendaciones concretas (algunas más radicales que otras) a disposición del gobierno que las quiera aplicar. Si les interesa también se lo pueden descargar gratuitamente de la web del profesor Navarro.

El segundo libro es "Posteconomía" de Antonio Baños Boncompain, y toca el mismo tema aunque de un modo más personal y con bastante más sentido del humor. Baños parte de un diagnóstico similar al ya explicado pero va un paso más allá y descorre totalmente el velo que aún tapa muchas de las vergüenzas del sistema. Su tesis es que la crisis bancaria, aunque inesperada y sobrevenida, ha sido la excusa por parte de ciertas elites económicas transnacionales para poner en marcha un programa diseñado desde hace tiempo con vistas a acabar con los pocos focos de resistencia que aún pudieran quedar entre la clase trabajadora y los movimientos de izquierda e implantar en todo el mundo un régimen feudal. La Nueva Edad Media, como la llama el autor. Puede parecer una visión catastrofista o apocalíptica, incluso conspiranoica, pero a poco que uno mire a su alrededor comprobará que la situación actual puede interpretarse a la luz de esta teoría y que los hechos van confirmando una a una sus predicciones. Por eso hay que agradecer a Baños que nos facilite la inmersión en esta realidad demoledora con grandes dosis de ironía y con una exquisita erudición; incluso si uno no coincide con su visión no podrá quejarse de haberse aburrido con este libro. Y quizás donde más se pueda discrepar es en las soluciones, que para él sólo pueden pasar por la subversión, la demolición del sistema capitalista y la implantación de un nuevo modelo de sociedad basado en la solidaridad y la autogestión. Que por supuesto tiene toda la razón, pero vistos los mimbres humanos con los que nos toca construirla quizás sea más sensato empezar por las reformas socialdemócratas dentro del sistema que proponían Navarro y compañía. Pero allá cada uno que saque sus conclusiones. Yo les recomiendo en todo caso que se lo compren, que el autor vive de esto; además, aunque no hemos coincidido nunca, tenemos amigos comunes.

Y con esto les dejo por una temporada larga, que me toca disfrutar de las vacaciones en lugares llenos de exotismo y habitados por mujeres de poca ropa y costumbres licenciosas. A mi regreso tendrán, o al menos eso espero, el consabido informe en sucesivas entregas para amenizarles la vuelta al cole.


The Crooner - Corcovado nights in space (2000)

sábado, 3 de agosto de 2013

I am sitting in a room

I am sitting in a room different from the one you are in now. I am recording the sound of my speaking voice and I am going to play it back into the room again and again until the resonant frequencies of the room reinforce themselves so that any semblance of my speech, with perhaps the exception of rhythm, is destroyed. What you will hear, then, are the natural resonant frequencies of the room articulated by speech. I regard this activity not so much as a demonstration of a physical fact, but more as a way to smooth out any irregularities my speech might have.


Alvin Lucier - I am sitting in a room (1ª generación)

Alvin Lucier escribió esta obra en 1969, que es una fecha bastante tardía en la historia de la música académica contemporánea; a esas alturas el sufrido público burgués estaba curado de espanto con las provocaciones a que había sido sometido durante décadas por parte de las sucesivas vanguardias y ya no quedaba ningún melómano conservador por epatar. No lo hizo pues por afán de escandalizar, y tampoco nos tomamos en serio esa referencia a su tartamudeo, que más parece broma privada destinada a su círculo de amistades. Realmente se trata de una reflexión sobre el sonido, su transformación por el espacio en que se produce y las imperfecciones de su fijación en una cinta magnética.

Como tantas obras del periodo, la partitura es sustituida por una serie de instrucciones que además pueden variarse a gusto del intérprete. Sólo se necesita un micrófono, dos magnetófonos y un altavoz. El intérprete lee una vez el texto frente al micrófono y su voz se graba en el primero de los aparatos. Luego la cinta se pasa al segundo magnetófono y se reproduce, volviendo a grabar lo emitido. La segunda versión (o "generación" en la terminología de Lucier) se pega justo después de la primera. Es esa segunda generación la que ahora se reproduce y se vuelve a grabar como la anterior. La tercera generación se pega a las dos primeras y se convierte en la fuente de la siguiente grabación. Y así hasta el infinito y más allá. O hasta que el intérprete se canse, que suele ser el caso.


Alvin Lucier – I am sitting in a room (5ª generación) 

Con el transcurso de las generaciones la voz del intérprete se va escuchando más distorsionada, como hundiéndose en una tinaja virtual, ya que en cada pasada se acumula la reverberación propia de la sala que, al cabo de un cierto tiempo, se convierte en única protagonista de la obra mientras el texto acaba perdido en un magma informe de ecos. Las últimas generaciones son ya una pura cacofonía que sólo conserva del discurso original el ritmo, como bien describe Lucier en su texto. Todo ello para hacernos reflexionar sobre la experiencia sonora, sobre cómo la vibración emitida por una fuente, antes de llegar al tímpano y desencadenar la respuesta auditiva, sufre toda serie de cambios durante su tránsito por el espacio, echando por tierra el mito de la "alta fidelidad". Que, a fin de cuentas, es algo que todos sabemos aunque tendemos a ignorarlo, salvo cuando criticamos o alabamos la acústica de una determinada sala de conciertos; incluso los modernos reproductores digitales introducen filtros electrónicos que juegan a situar al oyente en diferentes ámbitos.

Hasta cierto punto esta obra entronca en la tradición de otras generalmente clasificadas en el campo de lo conceptual como la famosa 4'33" de John Cage, que no es una simple coña en clave fluxus sino otra reflexión, en este caso sobre el silencio y la imposibilidad absoluta de obtenerlo. Pero en la pieza de Lucier hay un elemento ausente en la de Cage: la cinta magnética. Porque hay que reconocer que el magnetófono fue el gran impulsor de la vanguardia musical en la segunda mitad del siglo XX. La imagen del compositor (o compositora, que también las hubo y muy brillantes) rodeado de bobinas y armado de tijeras y pegamento para empalmar las cintas es la que mejor define ese periodo que va de la postguerra a bien entrados los 60.


Alvin Lucier – I am sitting in a room (10ª generación)

Y es que, aunque la interpretación de  I am sitting in a room puede beneficiarse de los modernos medios digitales de grabación, su auténtico sentido lo alcanza si se emplea una cinta magnética. Yo, que soy lo suficientemente viejo como para haber asistido al nacimiento comercial del cassette, recuerdo la época anterior en la que el magnetófono de cinta abierta era el único medio casero de grabación, elitista por su alto precio aunque existían modelos más económicos como los de la casa italiana Geloso. En aquellos días las grabaciones (de un disco, por ejemplo) no se hacían a través de  cable sino que se recogía el sonido de los altavoces mediante un micrófono. Incluso con los primeros modelos de grabadoras de cassette el sistema seguía siendo el mismo, lo que daba lugar a caprichosas versiones de la pieza original trufadas de ecos, susurros y todo tipo de sonidos domésticos; ni les cuento a lo que acababan sonando las segundas o terceras copias. Quién nos iba a decir por aquel entonces que estábamos compartiendo métodos (que no intereses) con los pioneros de la música electroacústica.

Y quién nos iba a decir que el cassette desaparecería décadas más tarde, sobrepasado por la perfección de la grabación digital, y que volvería a reaparecer en la segunda década del siglo XXI para combatir el hastío provocado por esas mismas grabaciones digitales y su infinita capacidad de replicarse sin merma alguna. El viejo cassette vuelve a triunfar porque es un objeto único que si se copia se transforma en algo de inferior calidad. Por eso es un medio tan reclamado hoy por artistas inquietos de todos los estilos. Como los que graban para el sello sevillano Knockturne Records. Por eso mi consejo para hoy es que visiten su tienda online, escuchen las cintas a la venta y compren la que más les guste. Y a partir de ahí comiencen a construir una colección de cassettes que sustituya a aquella de las Shangri-Las y de las Ronettes que dejaron junto a un contenedor de basura en la última mudanza.


Alvin Lucier – I am sitting in a room (20ª generación)