lunes, 14 de octubre de 2013

Novísimas escenas matritenses

Me está costando mucho trabajo contar el viaje a Brasil. Y no sólo por la falta de tiempo, que es el principal escollo, sino por la dificultad de transcribir tal cantidad de sensaciones a palabras. Está claro que, contra lo que piensa mi señora, las musas no me llamaron por el camino de la literatura. Así que aprovecharé este rato libre para introducir una cuña y contarles nuestra última visita a Madrid y las exposiciones que vimos por si les sirven de orientación, que este blog no abandona nunca su vocación didáctica.

Coincidió esta vez nuestra visita con un feroz artículo de El País en el que el periódico, antes tan cariñoso con Gallardón, arremetía con saña contra la labor de su heredera. Con más razón que un santo porque, según nos vienen contando nuestros corresponsales y pudimos comprobar nosotros mismos, la ciudad está alcanzando unos límites de cochambre que ni los más viejos del lugar recuerdan. Problemas presupuestarios los hay en todos los municipios, y el endeudamiento que dejó el actual ministro de Justicia no contribuye precisamente a mejorar las cosas, pero la parodia de alcaldesa que les tocó en suerte a los madrileños cuando el reparto de poltronas del PP y su palmaria incapacidad para gobernar ni un caserío ha hecho el resto. Y ojo que con esto no quiero decir que en otros sitios estemos en mejores condiciones. Cochambrosa y todo, Madrid sigue estando a años luz del pozo de subdesarrollo y fundamentalismo desde el que escribo. Aunque se esfuerzan en alcanzarnos, no crean, que el sábado nos cruzamos con la Virgen del Rosario recorriendo en procesión las calles del barrio de Las Letras.

De todos modos su actividad cultural sigue siendo notable, y gracias a ello este post tiene alguna consistencia. Por ejemplo, el fin de semana en que estuvimos actuaban en El Matadero (espacio de titularidad municipal, no lo olvidemos) en un mismo concierto The Haxan Cloak y Chris and Cosey. No fui a escucharlos, y mucha pena que me dio, pero tapear con amigos a los que hace mucho tiempo que no has visto parecía en aquel momento un plan mejor. Merced a esta elección conocimos varios bares muy recomendables de la zona centro donde además de guardar la fina costumbre de invitar a tapa con la cerveza o el vino se esmeran en su preparación. Y es que en este viaje hemos huido mayormente en lo gastronómico de modernidades e inventos. Sólo caímos en una ocasión y porque teníamos curiosidad por un restaurante vietnamita (de nombre Viet Nam) que acababan de abrir en Huertas y del que había buenas referencias; nos hicieron esperar pero al final valió la pena y salimos ahítos y sin haber pagado más de lo necesario. Pero ya digo que nuestras preferencias esta vez fueron más por el vermú de grifo, la morcilla burgalesa y los callos. La vejez que nos vuelve más conservadores.

En cuanto a las exposiciones, no pudimos ir a ver todas las que nos habíamos propuesto ya que tuvimos un conflicto con el hotel en el que habíamos reservado, uno de esos establecimientos llamados "con encanto" que se ubican en antiguos palacios y conventos. Y es sabido que en esos edificios solía haber leñeras, establos, gallineros y otros espacios similares cuya estructura y localización estaba marcada no por la comodidad sino por la utilidad, pero a los que la codicia de sus nuevos propietarios convierte en habitaciones de cuatro estrellas. Y no dudo de que haya a quien le apetezca hospedarse en una mazmorra del siglo XVII, pero el cliente debe ser advertido antes. Así que entre dimes, diretes, reclamaciones y cambios de alojamiento con armas y bagajes se nos fue un tiempo curioso. Pero volviendo ya al asunto que nos ocupa, mi señora, que tuvo la suerte de visitar la exposición del Prado sobre Velázquez y la familia de Felipe IV la recomienda, y yo me fío de su criterio en estos asuntos. De las que yo vi, recomiendo la dedicada a Méliès en CaixaForum, que ya por fin es de pago. Se trata de un montaje de la Cinémathèque Française en el que se repasan los antecedentes y la prehistoria del cine (sombras chinescas, linternas mágicas, zootropos, cronofotografía) mostrando los aparatos originales, y que enlaza con la peripecia vital del propio Méliès, que venía del terreno del ilusionismo y la fantasía. Del cineasta se muestran sus dibujos (era un consumado pintor), maquetas, figurines y se proyectan algunas de sus películas más conocidas. Si se queda uno a verlas todas se puede echar gran parte de la mañana.

También muy recomendable la instalación temporal de Ryoji Ikeda en la Fundación Telefónica, de título data.path. En esta ocasión el leit-motiv son los flujos de datos que crean nuestro entorno cotidiano (sistemas estelares, códigos genéticos, corrientes intracelulares, redes informáticas, lenguajes de programación...) sin que seamos conscientes de ellos. En su línea habitual, Ikeda nos los traduce a puntos, signos y caracteres y los hace correr vertiginosamente sobre unas pantallas con el poderoso acompañamiento de su música. Toda una experiencia audiovisual que gustará hasta a quienes no estén habituados a estas marcianadas. Por su parte la exposición sobre el 300 aniversario de la Real Académica nos decepcionó un poco. Al ser en la Biblioteca Nacional fuimos pensando en que podríamos visitar sus salas y ver algunos de los tesoros que allí se guardan, habitualmente reservados a investigadores y enchufados. Pero no. Se trataba de un recorrido cronológico por la historia de la Academia desde su fundación, con muchos legajos, cédulas y diccionarios. Lo único interesante eran los retratos de los académicos, algunos de ellos obras importantes y pocas veces expuestas de Goya, Madrazo, Fortuny, Sorolla, Zuloaga o Vázquez Díaz. Incluso nos gustó mucho el retrato de Dámaso Alonso de Hernán Cortés, pintor cortesano por el que no sentimos demasiada debilidad. Pero hechas estas salvedades, no es una exposición que recomendemos especialmente.

En este viaje además hemos reparado una omisión que ya duraba demasiado, y es que nunca habíamos ido a ver los frescos de Goya de la ermita de San Antonio de la Florida. Y si ustedes están en la misma situación aprovechen la primera oportunidad que tengan porque realmente son algo digno de ver. Ya ha sido dicho muchas veces y por gente preparada que se puede datar en ellos el inicio del arte moderno, y es difícil no darles la razón. Ahí están los gérmenes del impresionismo y del expresionismo, las jóvenes de Renoir y las máscaras de Ensor contemplando el milagro del santo. Y ese supremo detalle de retranca baturra de sustituir en los arcos a los obligados putti por garridas majas con alas. Luego, para bajar el síndrome de Sthendal, nada mejor que cruzar la calle y entrar en Casa Mingo, que pasa por ser la sidrería más antigua de todo Madrid y donde se degusta un excelente pollo asado acompañado de sidra natural. Los fines de semana lleguen pronto porque se llena.


Chris and Cosey - Stolen Kisses (1985)

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