miércoles, 29 de junio de 2011

El Final de Rasputín

Leo en un viaje relámpago en tren, ida y vuelta a Cádiz, El Final de Rasputín, en la versión de su asesino el Príncipe Feliks Yusúpov que han editado primorosamente, como todo lo que hacen, nuestros amigos de Nevsky Prospects. La historia es bastante conocida como para repetirla; no obstante, el libro es muy recomendable porque presenta el alegato autoexculpatorio del criminal, algo siempre destacable en una literatura como la rusa tan marcada por el sentimiento de culpa. Y también porque aporta encantadores detalles, anécdotas que tienen casi más valor que el propio hecho histórico, anecdótico en sí mismo a la vista de los acontecimientos que unos meses más tarde arrasaron con todo. Detalles como que el asesinato de Rasputín hubiera de aplazarse unas semanas porque los albañiles que estaban acondicionando el sótano del palacio de Yusúpov donde estaba prevista la emboscada tardaron más de la cuenta en terminar la obra. Imagínense que el destino de Rusia hubiera dependido de los que hicieron la de mi piso!

El asesinato de Rasputín, con independencia de la opinión que nos merezca el personaje, fue de una bajeza asombrosa, y ni siquiera en su propio libro escapa airoso Yusúpov. Granjearse la confianza de su víctima fingiendo amistad, invitarlo a cenar a su casa para ofrecerle vino y pasteles envenenados y rematarlo finalmente a tiros no parece conducta propia de alguien que pretende pasar a la Historia como un héroe. Y realmente Yusúpov no era mala persona, tan sólo ese tipo de mentecato con ideales que a veces surge en grupos familiares muy castigados por la endogamia y la ociosidad. Creía a pies juntillas que la causa de todos los males de Rusia era un monje borracho y rijoso que tenía hipnotizadas a la Zarina y a una docena de Grandes Duquesas histéricas, un planteamiento simplista que recuerda al de la mayoría de los salvapatrias que conocemos. Ni siquiera cuando en el dorado exilio parisiense hace recuento de aquellos años se refiere al despotismo imperante o a la terrible opresión que soportaba el pueblo. Para Yusupov, la Rusia de Nicolas II era un país de cuento de hadas cuya felicidad había sido robada por un maligno hechicero, y él era el príncipe azul escogido por el destino para liberarlo. Un capullo, ya les digo. Tampoco voy a defender a Rasputín, que el hombre tenía demasiadas sombras y puede incluso, así al menos lo insinúa Yusúpov, que espiara para el Kaiser. Pero es el único personaje que acaba cayendo simpático, un monje vagabundo de origen campesino que con sus artes embaucadoras consiguió llegar a dominar a la mismísima Corte Imperial. El típico buscavidas, como el que le vende las pulseras magnéticas a la reina Sofía, para entendernos.

Se cierra el libro con un desconcertante postfacio a cargo de Luís Antonio de Villena, que parece no haberse leído el libro antes de escribirlo, tan diferente es su versión de los hechos. No obstante aporta cotilleos de gran interés, como que el Príncipe Yusúpov, además de ser el galán más guapo de toda la Corte, era también un notorio parguela que se travestía con las ropas de su madre la Princesa para ligar con los oficiales de la Guardia Imperial; y que para acabar con las habladurías a las que daba lugar tan licencioso comportamiento el Zar en persona le obligó a casarse con su sobrina. Según esta versión de la historia, la atracción de Yusúpov por Rasputín no era fingida sino real y abiertamente carnal. Y es que, según parece, nuestro monje era dueño de un cipote de colosales dimensiones, que le fue amputado tras su muerte y conservado en formol para ilustración de generaciones venideras. A día de hoy, al menos dos museos reclaman el honor de albergarlo en sus vitrinas. Lo cual también podría aclarar el enigmático verso de Boney M cuya interpretación ha traído de cabeza a sus exégetas: Ra Ra Rasputin / Russia's greatest love machine...


Estación Victoria - Octubre Rojo (1983)

lunes, 27 de junio de 2011

Pessoa sobre Lisboa

Entrando ahora en la Rua Marquês da Fronteira, pasamos por la antigua Penitenciária, llamada ahora Cadeia Nacional de Lisboa. Esta construcción fue proyectada por el ingeniero Ricardo Julio Ferraz y comenzada en 1874. Tiene dos torres en la parte central de la fachada delantera y el edificio interior tiene forma de estrella con varias alas que convergen en un punto central, como fácilmente se puede observar. Se trata de un gran edificio, con 474 celdas y más de 22 compartimentos destinados a enfermerías, 12 celdas de castigo y 26 talleres para diferentes oficios, de los que surgen trabajos que son adquiridos por importantes firmas. Hay una sección de venta al público para la venta de los productos que salen de los talleres. También existe un curiosísimo museo, formado por las más extrañas y variadas armas utilizadas para cometer crímenes, desde escopetas y carabinas a navajas de todas clases e instrumentos que no parecen destinados precisamente a quitar la vida. La Penitenciária puede ser visitada los domingos de las 9 de la mañana hasta el mediodía, pero no es difícil obtener autorización para visitar el edificio en otros días de la semana, solicitándola en el propio establecimiento.

Habiendo llegado hasta aquí, el turista no debe dejar de visitar ahora uno de los más hermosos parques de recreo de Lisboa: el Parque Eduardo VII antes mencionado, que está situado en los extensos terrenos en frente de la Penitenciária, El invernadero del Parque es una obra magnífica, de la que Lisboa se enorgullece; y es realmente extraño que una parte de la población de la ciudad no sólo no lo visite, sino que desconozca su existencia. Además, este casi desconocido rincón es un prodigio de frescor y deleite, donde la naturaleza nos muestra muchos de sus más escogidos ejemplares de plantas ornamentales y donde el arte de humildes artistas, de callado talento personal, regala nuestros ojos con esmerados follajes y flores. El invernadero contiene millares de ejemplares de plantas exóticas, cuyo valor es difícil de calcular. Este invernadero está abierto al público los domingos y días de fiesta, de las 8 de la mañana a las 7 de la tarde, y la entrada cuesta un escudo. En los días de semana está abierto de las 8 de la mañana a las 5 de la tarde y es gratuito.

Subiendo la Rua Don Pedro V, pronto vemos otro jardín, en la Praça Rio de Janeiro (hoy Praça do Príncipe Real); es uno de los jardines más bonitos de Lisboa, debido al meticuloso diseño y a los cuidados que se le dedican. Este jardín contiene diversas especies de árboles muy hermosos, cuyo ejemplar más notable es un enorme cedro, cuyas ramas, apoyadas en un armazón de hierro, cubren un espacio suficiente como para albergar a varios centenares de personas. Debajo de este agradable cedro está instalada otra biblioteca pública; es una de las seis que el Ayuntamiento distribuyó por los jardines de Lisboa, feliz idea de uno de sus miembros Alexandre Ferreira. A la izquierda queda el monumento al célebre periodista França Borges. El autor del monumento es el escultor Maximiliano Alves y se compone de varios bloques superpuestos de piedra tosca, que tienen a la derecha una figura femenina representando a la República, que mira tiernamente al gran paladín. Este monumento fue inaugurado el 4 de noviembre de 1925; desde entonces el jardín lleva el nombre del demócrata representado en la escultura.

Seguimos hacia delante y vemos a la derecha el edificio de la Escola Politécnica, donde actualmente está instalada la Facultad de Ciencias. [...] El edificio tiene anejo uno de los jardines más pintorescos de Lisboa, incluso de Europa; al menos eso dicen muchos extranjeros. En él se encuentran especímenes de la flora de todas las regiones del mundo. El jardín está situado en un declive, una de sus grandes ventajas, por el partido que se le saca a esa inclinación, pues se consiguen todos los efectos visuales posibles de la variada vegetación que por todos lados despunta, convirtiéndolo en un conjunto de esplendor edénico. El jardín tiene varios estanques, cascadas, arroyos, puentes, laberintos, un bello invernadero, etc. En su parte inferior está el Observatorio Meteorológico llamado después del Infante Don Luis e inaugurado en 1863, y también el Observatorio Astronómico.


Teresa - Lisboa à noite (1997)

miércoles, 22 de junio de 2011

Pessoa y Lisboa

Es de agradecer que esas autoridades financieras extranjeras que deciden sobre la legislación laboral española aún no se hayan metido con algo tan nuestro como los puentes. Gracias a ese despiste (que, no lo duden, se subsanará en breve) podemos tomarnos a partir del jueves unos días de descanso. Aunque podría ser también que a nuestros nuevos señores, en lugar de revisar el tema pontificio (lo relativo a la erección de puentes), les de por entrar directamente en el muy resbaladizo tema de las festividades nacionales y locales y su disposición en medio de la semana porque quien las dicta no es la autoridad laboral sino el santoral de la iglesia católica. Por ejemplo, la festividad local que se celebra en Sevilla el jueves, y que supone el cierre de todos los organismos públicos, el comercio y la poca industria que nos quede, tiene como objetivo proclamar la fe en que unas obleas de pan ácimo sobre las que se han pronunciado ciertos conjuros son en realidad la carne de un semidiós hebreo que habitó en Palestina hace más de dos mil años. Tal y como lo oyen. Tan disparatada creencia, que no se la tragaría ni Iker Jiménez harto de vino de consagrar, en Sevilla es apoyada por todas las fuerzas vivas e instituciones civiles de la ciudad, incluida la Universidad, y sus representantes oficiales, con la Corporación Municipal a la cabeza, procesionarán en gozoso contubernio con los magos de la secta que defiende semejante superstición acompañando a una custodia dorada donde se exhibe el objeto de su idolatría. Un par de días después se celebra por las mismas calles otra procesión muy distinta (o quizás no tanto), la del orgullo gay, y como no sabemos con qué talante se tomará Yahveh la provocación, preferimos como Lot y los suyos huir de la ciudad pecadora, no sea que la justa ira le nuble la vista y yerre el destino de sus rayos purificadores alcanzando a quienes no tenemos arte ni parte en la celebración sodomítica.

Así que nos vamos unos días a una de nuestras ciudades favoritas. Por cierto, sabían ustedes que Pessoa escribió una guía turística de Lisboa? Según cuentan formaba parte de un libro mucho más ambicioso que debía describir las maravillas naturales e históricas de Portugal pero, como era de esperar, el poeta no fue capaz de llegar más allá de los límites de su ciudad natal. Una explicación que no convence, pues el libro, que no se publicó hasta hace unos años, no es para nada una evocación poética de la Lusitania, sino una guía práctica para los viajeros de la época (circa 1925), con las horas de visita de los museos y demás informaciones útiles. Eso sí, el turista al que se dirige Pessoa tiene poco que ver con nuestros mochileros de sandalia y calzón corto, ya que se mueve exclusivamente en automóvil, y en ese medio sube y baja por las colinas de la ciudad, apeándose del vehículo apenas el tiempo necesario para visitar algún monumento. Con la cercanía del viaje me ha dado por leer la guía, siguiendo el trayecto del elegante turista sobre un mapa reciente, y la sorpresa ha sido comprobar lo poco que ha cambiado Lisboa en casi un siglo. Los nombres de las calles son los mismos que tenían por aquel entonces; también los parques de antaño continúan siendo zonas verdes, y hasta raro es el edificio público que ha cambiado su función. Esas son las ciudades que nos gustan. Y es que en fondo somos muy conservadores.


Jose Afonso - Coro da Primavera (1971)

viernes, 17 de junio de 2011

Restaurar sistema

No hay cosa que más me desagrade, especialmente en las páginas de este blog, que estar de acuerdo con la opinión de la mayoría, pero hay veces en las que no queda más remedio que reconocerlo. Y es que yo también estoy harto ya de las acampadas y de lo mal que lo están haciendo todo los llamados "indignados". Vayamos por partes: las condiciones políticas y económicas que provocaron las manifestaciones del 15 de mayo no sólo no han cambiado en este mes sino que claramente han empeorado. Está justificada por tanto la protesta y continuidad de la lucha. Lo que me molesta es la estrategia que se está siguiendo.

Las manifestaciones del pasado 15 de mayo han sido uno de los pocos momentos ilusionantes de la política española de los últimos años, la constatación de que quedaba un grupo, y no pequeño, de ciudadanos lúcidos que veía la situación de modo realista y no se dejaba engañar por las patrañas de los partidos políticos y los medios a su servicio. La prueba de que el movimiento, a pesar de ser muy minoritario, triunfó es que durante los últimos días de la campaña electoral no se escuchó ninguno de los habituales mensajes mitineros, y todos los informativos abrían con ese extraño fenómeno que nadie entendía ni mucho menos esperaba. Como decía una ingeniosa pancarta en Sol: "Nobody expects the Spanish Revolution!".

Y en ese sentido las acampadas fueron un instrumento propagandístico de primera magnitud. Pero una semana después el pueblo soberano acudió a las urnas y decidió libremente y por mayoría aplastante que se le daba una higa todo aquello y que, por lo que pudiera pasar, prefería que gobernara por un tiempo la derecha de siempre. Aquel mismo día habría que haber desmontado todos los campamentos y todo el mundo debería haberse retirado ordenadamente a su casa. Y haber continuado conspirando desde las redes sociales que, no lo olvidemos, han sido el semillero donde todo se gestó, para tener bien organizada una propuesta coherente que presentar al electorado dentro de unos meses.

Pero no. Todo lo que ha venido después ha sido una serie de disparates y sinsentidos que han hecho perder al movimiento la incipiente simpatía con que contaba entre muchos de los ciudadanos ajenos a él, la famosa mayoría silenciosa. Los campamentos mantenidos contra toda lógica y necesidad sólo han conseguido hartar a los vecinos y comerciantes de las zonas aledañas con sus molestas y ruidosas actividades. Y los actos contra la constitución de ayuntamientos y parlamentos regionales han servido para darles la razón a quienes querían desde un principio llevar el movimiento a las afueras del sistema democrático equiparándolo a los extremismos violentos. El bloqueo del parlamento catalán ha sido sólo una más entre las memeces cometidas, pero para muchos ha sido la gota que ha colmado el vaso. Y es que para asaltar con éxito un parlamento hace falta contar con armas o al menos con el apoyo de un ejército; si no más vale quedarse en casa.

Y no me vengan ahora con que todo ha sido culpa de los infiltrados de la policía. Por supuesto que los ha habido! O es que alguien esperaba otra cosa? Pero daba igual, porque en las filas de los acampados había suficientes tarados deseando meter la pata como para que todos los maderos con pasamontaña y pinganillo que andaban montando gresca se hubiesen tomado el día libre. No nos engañemos. La ilusión ha sido creer que por regirse mediante un sistema asambleario el movimiento no iba a incurrir en los mismos o peores errores que los que cometen organizaciones fuertemente jerarquizadas como los partidos políticos. Insisto, tarados con ganas de dar la nota los hay hasta en las mejores familias.

Y ahora qué. Pues les cuento que el otro día intenté instalar el programa de la Agencia Tributaria para hacer la declaración de la renta y lo único que conseguí fue desconfigurar el sistema operativo. Afortunadamente existe una aplicación salvadora que se llama "restaurar sistema" y que hace que todo vuelva a un punto anterior al que se produjo el error irreparable, como si nada hubiese ocurrido. De modo que lo que corresponde es restaurar el sistema. Volver a ese momento en que las cosas iban bien, volver al 15 de mayo, a manifestarnos y a exigir lo que, entonces y ahora, nos parecía sensato. Volveremos entonces a encontrarnos el domingo a las 7, con un poco de más de calor, en la Plaza de España. Y a ver qué pasa esta vez.


Ray Charles - Hit the road Jack (1961)

lunes, 13 de junio de 2011

Pitágoras y las habas

Leo en Aulo Gelio, la mejor fuente de cotilleos de la antigüedad clásica, sobre Pitágoras y sus manías, que eran muchas. La de las habas es la más conocida, pero a mí me ha sorprendido sobre todo el método educativo que empleaba en su famosa escuela. De entrada a los aspirantes los sometía a un análisis fisiognómico, y sólo si de sus rasgos se deducía que iban a ser capaces de aprovechar las enseñanzas les admitía como discípulos. Una vez en la escuela se les exigía absoluto silencio y se les llamaba "acusmáticos", ya que su única labor era escuchar. En esta fase no podían preguntar si no entendían alguna cosa ni comentar nada de lo que los otros decían. Sólo cuando el maestro consideraba que ya habían escuchado bastante (y eso podía tardar hasta un par de años) se les permitía hablar, preguntar, expresar su opinión y dejar constancia por escrito de sus ideas. Eran llamados entonces "matemáticos" por las ciencias que iban a aprender, la geometría, la música y la gnomónica (para quienes no lo sepan: ciencia de fabricar relojes de sol). A los que superaban esta fase se les enseñaban finalmente las ciencias naturales y recibían el nombre de "físicos".

No cabe duda de que un sistema parecido, con las modificaciones necesarias para adaptarlo a los conocimientos actuales, podría dar excelentes resultados académicos en las universidades españolas; desde luego mucho mejores que los de ese absurdo plan de Bolonia que están empeñados en implantar. Y no lo digo sólo por la obligatoriedad de guardar silencio durante los primeros cursos. Personalmente soy un gran defensor de la fisiognomía como ciencia, y pienso que el rostro, el aspecto exterior y la actitud general aportan mucha y más precisa información sobre una persona que su curriculum vitae o un examen escrito. Por eso, en lugar del coladero de la selectividad, yo sería partidario de realizar a todos los aspirantes un estudio fisiognómico que descarte directamente a aquellos cuyo semblante muestre claros signos de imbecilidad. Nos ahorraríamos muchos disgustos. Pero volvamos a la manía de Pitágoras con las habas.

Toda la antigüedad estaba al tanto de que Pitágoras aborrecía las habas. Tanto las detestaba que, según cuenta la leyenda, murió cuando lo perseguían unos enemigos por no querer cruzar un campo de habas, lo que lo hubiera puesto a salvo. Era evidente que no le gustaba nada la leguminosa, pero no estaban claras las razones. La explicación más común, defendida entre otros por Cicerón, es que las habas son un alimento flatulento y de digestión pesada que no favorece en nada el ejercicio mental que exige la dedicación a la filosofía. Pero Gelio lo justifica de distinto modo, y se basa en un fragmento de Empédocles, otro filósofo que, aunque iba por libre, estaba muy influenciado por la escuela pitagórica:

"Despreciables, terriblemente despreciables, mantened las manos apartadas de las habas"
.

Según Gelio, en esta frase Empédocles se refiere a los testículos, con los cuales las habas guardan una cierta semejanza morfológica. Dicho así suena a bastinazo de la chirigota del Yuyu pero no nos hemos salido para nada de la discusión académica. Es decir, siguiendo la tradición de la escuela pitagórica, lo que Empédocles recomendaría a los jóvenes no es tanto abstenerse de las legumbres flatulentas como de los vicios solitarios. Llevado por la curiosidad he consultado el diccionario de la Real Academia y no recoge la acepción eufemística de "haba" como testículo, pero sin embargo sí es posible designar de ese modo a la cabeza del miembro viril. Allá los académicos con sus parecidos razonables...

Y no se preocupen, que no les voy a poner la canción de Leonardo Dantés sobre los nombres mil del miembro viril, que pretendo que este blog siga siendo un sitio elegante en el que puedan entrar los niños. En su lugar, vamos con un tema de gallifantes.


Penguin Cafe Orchestra - Pythagoras's Trousers (1981)

domingo, 12 de junio de 2011

Excusas

Esto ya lo veía yo venir y hasta, proféticamente, lo predije. Que en cuanto inaugurara el nuevo blog me vendría abajo, que se me acabarían las ideas y que no se me ocurriría nada que postear. También es verdad que estas semanas me han coincidido con una fase de mucho trabajo y con unos cuantos fuegos que apagar en mi entorno cercano, por lo que tampoco me ha quedado demasiado tiempo para el pensamiento productivo. Y añádase a todo ello la pereza, claro, ese pecado capital que, a falta de otros más sustanciosos, acabará siendo la causa de mi eterna condenación.

Por otro lado tenemos el problema no resuelto de la indefinición conceptual de este blog. Y es que la huida de Fotolog se hizo de forma tan precipitada y forzada por las circunstancias que no hubo tiempo de trazar antes un ideario o unas líneas programáticas para el nuevo espacio. Tengo claro, eso sí, en lo que no quiero que se convierta. No va a servir, por ejemplo, para colgar fotos o vídeos absurdos que me encuentre por ahí, ni para reciclar noticias de otros sitios: para eso seguiré usando el Facebook, y así evito la permanente tentación de borrarme. Tampoco quiero utilizarlo, como antaño solía hacer, para denunciar los desmanes estéticos que se perpetren en la ciudad; precisamente hoy ha tomado posesión del ayuntamiento un gobierno de derechas al que la ciudadanía ha otorgado mayoría absoluta para que haga y deshaga con lo público lo que le dicte su ideología, y no seré yo quien se moleste en ir a pedirle cuentas. Y sobre todo espero no caer, como estoy haciendo ahora, en la cosa autorreferencial. Mi idea, a falta de mejor concreción, es darle al blog un uso educativo orientado principalmente a las jóvenes generaciones que son quienes más lo necesitan en estos tiempos de incertidumbre. Una especie de Enciclopedia Álvarez anárquica y por entregas. Pero ya digo que todavía no lo tengo nada claro.

Con este fin, y aprovechando que mi señora se ha ido al Balneario de Alange a tomar las aguas mineromedicinales que, por su riqueza en bicarbonatos, litio y magnesio, son especialmente recomendadas para tratar los histerismos y la neurastenia, he estado repasando los cuadernos donde, desde hace años, voy apuntando temas e ideas que se me cruzan en el camino y me parecen interesantes para ser desarrolladas. He de reconocer que el paso del tiempo no les ha sentado muy bien a los cuadernos, y que esas ideas geniales y esos temas fascinantes vistos ahora ya no me lo parecen tanto. Pero a falta de mejores materiales habrá que echar mano de ellos. Y a ver si entre tanto se me ocurre alguna cosa original.

Eso sí, buena música no les va a faltar en este blog.


Jane Birkin & Caetano Veloso - O Leonzinho

miércoles, 1 de junio de 2011

Leonard Cohen

Estoy en contra de que le hayan otorgado el premio Príncipe de Asturias de las Letras a Leonard Cohen. No es que me parezca fatal, como sería el caso si se lo hubieran dado a Sabina o a Pérez-Reverte, pero tampoco me parece bien. Y que conste que no tengo nada contra Leonard Cohen. De hecho no me parece mala persona, y además sus primeros discos me gustaban bastante. Ese cantar cansino y monótono con el único acompañamiento de una guitarra de palo era la banda sonora perfecta para que un adolescente pedante y asocial como yo disfrutara deprimiéndose durante una gris tarde otoñal. Más aún, a mí Leonard Cohen me gusta como escritor. Y no les hablo de sus letras, que si me entretuve en traducirlas no las recuerdo, ni de sus libros de poemas, género que me ha interesado poco. Me refiero a sus novelas, que muy poca gente habrá leído.

Las compré en alguna feria del libro a principios de los ochenta en las traducciones que publicó la editorial Fundamentos, y que debieron de venderse bien pues andaban ambas por la quinta edición. No me atrevería a leerlas ahora de nuevo pero juraría que no han debido de envejecer mal del todo. En cualquier caso ambas son recomendables. El Juego Favorito es una novela iniciática, con muchos toques autobiográficos y bastante sentido del humor. Los hermosos vencidos es algo más densa, llena de obsesiones religiosas y con un punto experimental que a mí me recordaba a Rayuela. Y sí, les puedo asegurar que Los Hermosos Vencidos es una novela y no un poemario, como publican hoy todos los diarios que han tomado la noticia del premio de la agencia Efe. Incluso he enviado un comentario al Diario de Sevilla para que lo corrijan pero no me han hecho caso y ni siquiera lo han publicado. No se sorprendan, es lo usual cada vez que les pillo en un error.

Por qué no me gusta entonces que le hayan dado este premio? En primer lugar por llevar la contraria, que el blog está de estreno y nada incita más a la participación que la polémica. Pero sobre todo porque la obra literaria y musical de Cohen que realmente vale la pena, la que ha podido ejercer una influencia sobre las siguientes generaciones, se publicó hace más de treinta años. Y desde entonces no ha vuelto a hacer nada digno de mención, salvo repetirse y sacar réditos del pasado.O al menos esa es la impresión que a mí me da sin ser experto en su obra. Aunque tampoco tengo muy claro qué sentido tiene ni para qué sirve el premio Príncipe de Asturias, que siempre me ha parecido buenrollista, mediático y poco serio.

Puestos a ello, le podían haber dado el premio a McEwan, que era otro de los finalistas. Su primer libro de cuentos, ese que tienen a su derecha, se publicó en España en la mítica colección Contraseñas de Anagrama, la misma en la que descubrimos a Bukowski, Brautigan o Tom Wolfe. Yo lo leí por la misma época que las novelas de Cohen, y recuerdo que me gustó mucho por su originalidad y su humor negrísimo y descarnado. Por lo visto ahora se ha puesto serio y trascendente, pero como ya no leo novelas no se lo puedo corroborar. En cualquier caso, mi señora le tiene en muy alta estima literaria. Y es a lo que me refiero, es un tipo que lleva una carrera seria como escritor, que publica regularmente con buenas críticas y aceptación popular. Parecería un mejor candidato al premio que no el abuelito Cohen. Pero ya les digo que a mi todo esto en realidad me trae bastante sin cuidado.

Y bueno, no nos podíamos despedir sin un temita del galardonado. Uno divertido, que no se diga. Y además es un consejo muy sabio y pertinente.


 Leonard Cohen - Don't Go Home With Your Hard-On (1977)