miércoles, 18 de julio de 2012

Ciencias y letras

A raíz de la recomendación del libro de Goldacre me ha vuelto a la cabeza una de mis ideas recurrentes, que seguro que ya la habré comentado en algún otro foro, y que podría resumirse del siguiente modo: para que una persona de ciencias sea tenida por culta es preciso que demuestre un conocimiento más o menos extenso de historia, de literatura, de filosofía, de música y del resto de las artes llamadas bellas; por el contrario, la persona de letras que domina los citados campos del saber no necesita tener siquiera una noción básica de biología o de física para ser automáticamente considerada culta. Y nada más lejos de mi intención que dedicarme ahora a dar credenciales de cultureta, que además es un asunto que me trae muy sin cuidado. Es sólo que me resulta sorprendente que estas dos injustas varas de medir sean aceptadas sin más discusión por los interesados de una y otra rama del saber. 

Que hay gente de ciencia inculta y hasta semianalfabeta es algo que cualquiera que conozca un poco el medio no osará poner en duda. Por hablar sólo de mi entorno laboral, salvo contadísimas excepciones la mayoría de mis colegas, profesores universitarios, son personas sin lecturas ni inquietudes artísticas, siendo sus gustos en estas materias los del común de la gente ignorante. Saben lo mínimo de su área de conocimiento, y algunos ni eso. Por eso tiendo a juntarme más con los colegas de mi señora, que al ser de letras (incluso de muchas letras) tienen una conversación más amena y se aprende mucho con ellos. Porque además dominan la cultura actual, que es la principal asignatura pendiente de gran parte de los que se hacen pasar por cultos: su base de datos dejó de actualizarse en alguna década pasada (los sesenta, los setenta...) y a partir de ahí sólo son capaces de aportar al discurso topicazos simplificadores.

Pero volvamos a los culturetas de pata negra. Obviamente no les he examinado, pero estoy convencido de que todos ellos andan flojitos en el tema científico. Algunos hasta muestran un cierto desprecio por tales asuntos, convencidos de que fuera de sus aplicaciones prácticas, las cuestiones suscitadas por la ciencia no tienen demasiada trascendencia; pero la mayoría simplemente los considera demasiado complicados e incompatibles con las graves cuestiones que ocupan a su materia gris. Y no es así. Es cierto que la temática científica es inmensa y a nadie se le puede exigir un conocimiento amplio de toda ella. Sin ir más lejos, yo mismo reconozco mis deficiencias en campos tan importantes como la botánica o la geología. Pero hay conceptos fundamentales que son imprescindibles para poder comprender el mundo. Sólo en el terreno de la biología tenemos el funcionamiento celular, la transmisión del impulso nervioso, la replicación de los genes, la teoría evolutiva... Y abran hueco que viene la física.

Lo que trato de decir es que en nuestros días no cabe una interpretación del mundo puramente filosófica. El conocimiento científico sobre la materia y la vida es en este momento suficiente para dar explicaciones coherentes a cuestiones que antes se dejaban a la mera especulación. Es triste decirlo pero a la filosofía como fuente de conocimientos (no como género literario) le espera el mismo futuro que a la religión. Incluso campos donde a priori la especulación pura aún podría quedar a salvo del ataque de las ciencias, como la ética o la estética, terminarán siendo terreno de la neurociencia a medida que los comportamientos humanos vayan siendo relacionados con una determinada actividad neuronal.

Y no estamos hablando sólo de descubrimientos científicos recientes. La teoría de la evolución se propuso a mediados del siglo XIX, y los grandes hallazgos sobre los que se funda la física moderna, incluida la teoría cuántica, son de principios del XX. O sea que han tenido ya rodaje y tiempo para ser verificados. Y sin embargo se siguen desdeñando en el sistema educativo y entre la gente culta, a veces en favor de teorías ya anticuadas cuando no totalmente falsas. Porque los conceptos de la física moderna nos podrán parecer muy abstrusos e inaccesibles sin una fuerte base matemática; pero fue Einstein quien dijo que “la mayoría de las ideas fundamentales de la ciencia son esencialmente simples y pueden, como regla, ser expresadas en un lenguaje comprensible a todo el mundo”. Precisamente estos días ando enfrascado en un libro titulado “Quantum Theory Cannot Hurt You” en el que todos esos fenómenos disparatados que suceden a nivel atómico se explican de modo ameno y sin fórmulas matemáticas. Y resulta que el mundo cuántico, con sus partículas que aparecen y desaparecen a voluntad, con sus átomos que están en dos lugares a la vez, es el fundamento de la materia: es el mundo real. Y que lo que nosotros consideramos realidad, el mundo que conocemos, es sólo una excepción creada precisamente por nuestra presencia. Así que ya me dirán ustedes si es trascendente o no la ciencia.


Philip Glass - Knee Play 1 (de Einstein on the Beach, 1976)

9 comentarios:

Alcancero dijo...

Hubo una época en que filósofos y científicos eran la misma cosa, sin distinciones, sabían que cada rama del saber influía en las otras.

carrascus dijo...

Muy lúcido, querido Profe. Me ha recordado usted cuando estando en COU, le hice una pregunta filosófica/literaria al malhumorado sr. juez que nos daba las clases de política. Y en vez de respondérmela me dijo que qué coño estaba haciendo yo en una clase de COU de ciencias puras (matemáticas especiales, física y química)...

Profesor Franz dijo...

COU? Pero usted no era del PREU?

carrascus dijo...

Profe, me consta que su madre es una santa, pero usted es un hijop***

Vidal dijo...

Tiene muy buena pinta el libro, Profesor. No sé por qué (las temáticas y el alcance son muy diferentes), pero me ha recordado a este otro:

http://www.amazon.co.uk/Fear-Music-People-Rothko-Stockhausen/dp/1846941792

Profesor Franz dijo...

Al libro de Rothko-Stockhausen le tenía echado el ojo desde hace tiempo por lo provocador del título, que además refleja exactamente una paradoja que vemos a diario: las colas en la puerta de exposiciones de arte contemporáneo y los conciertos de música contemporánea vacíos. No sé sí el autor acaba dando una explicación razonable del hecho o se limita a constatarlo y lamentarse. Oriéntenos si lo ha leído.

Vidal dijo...

A ver, está escrito por David Stubbs, que eso ya suele ser sinónimo de calidad. Y lo que hace es trazar una historia en paralelo de la música y del arte a lo largo del siglo XX, intentando explicar por qué en el segundo caso se ha ido incrementando su popularidad, y en el primer caso no. A veces está un poco traído por los pelos, pero tiene reflexiones y entrevistas interesantes.

Eso sí, creo que Alex Ross, en su nuevo libro (de aparición en septiembre, pero del que hay unas galeradas en mi casa), aporta una visión más enjundiosa acerca de los problemas de la música clásica en la actualidad, y de por qué hemos llegado a este punto.

Así que, Profesor, creo que un alma erudita como la suya debería leerse los dos (que los va a disfrutar) y alumbrar con sus reflexiones al pairo a los pobres lectores de este blog.

Profesor Franz dijo...

Uff! Teniendo en cuenta mi ritmo actual de lectura y los libros que tengo pendientes en las estanterías y los discos duros, yo calculo que a esos les tocará ser leídos a mediados de 2015. De hecho uno de los que tengo en cola tiene relación con el tema (el suyo y el del post). Se llama "This is your brain in music" y es de un profesor de neurociencias que trata de explicar desde su disciplina, entre otras cosas, por qué hay músicas pegadizas y tarareables y otras que no. Así de entrada la cosa promete.

Vidal dijo...

¿Llegó a leerse el "Musicofilia" de Oliver Sacks? Porque también va de eso, y la verdad es que tiene mucha chicha.

Eche un ojo al de Alex Ross cuando salga. Que se lo va a de beber.