sábado, 1 de octubre de 2011

San Silvio ora pro nobis

Se celebra estos días el décimo aniversario de la muerte de Silvio, ascendido por aclamación a los altares del santoral rockero sevillano y nombrado por no se sabe quién su santo patrono. Y no es que me importe, pero echa uno en falta que durante el proceso de canonización no se haya pronunciado esa figura que nunca faltaba en los de la iglesia católica, al menos hasta no hace mucho, cuando les entró el furor por canonizar en masa y a toda prisa a pontífices retrógrados, fundadores de órdenes religiosas ultramontanas y mártires bajo el terror marxista. Me refiero al abogado del diablo, cuya función era examinar fríamente los hechos aportados por el postulador de la causa, sin dejarse influenciar por el ambiente favorable ni por el fervor de las masas; y exigir pruebas que avalaran las supuestas virtudes del candidato, sacando a la luz si fuese necesario aspectos oscuros de su biografía. Así que voy a arrogarme ese papel, aún asumiendo que soy lego en derecho canónico y que sólo tengo un somero conocimiento de la historia del rock sevillano.

Y a las pruebas me remito: los discos. De todos los que publicó en vida, y aún sumándole los póstumos, sólo sacamos uno bueno, excelente incluso, y el resto un puñado de banalidades situadas en el espectro que va de lo insustancial a lo bochornoso. La obra maestra se llamó "Al Este del Edén" y fue su primer disco, un trabajo perfecto sin que hasta el momento nadie haya sido capaz de explicar por qué. Porque los músicos eran los mismos (o parecidos) a los que grabaron los siguientes álbumes, y ninguno de ellos ha llegado a semejante nivel en ninguna de sus múltiples reencarnaciones. Cierto es que por aquel entonces Silvio mantenía aún una buena voz, pero su contribución creativa, según cuentan testigos presenciales, fue nula o casi inexistente. En cualquier caso ya tenemos un milagro que incorporar al proceso. O no lo es tanto?

Aquí haremos una de esas digresiones que van camino de convertirse en marca de la casa: han notado que la principal características de los grupos sevillanos, al menos durante la edad de oro que establecemos en los sesenta y setenta, es que su primer disco siempre es el mejor, y además con gran diferencia? Hagan un poco de memoria y yo les ayudo con los ejemplos más notables: Smash, Triana, Lole y Manuel, Imán, Veneno... Pareciera como si toda la fuerza creativa de los músicos sevillanos se consumiera en el primer envite y luego no fueran capaces de estar a la altura. Y lo sorprendente es que ese primer disco no es solamente bueno, sino a menudo excepcional, pasmoso, innovador, un soplo de aire fresco con entidad suficiente para pasar a la Historia. Vuelvan ahora sus ojos a la historia de cualquiera de sus grupos favoritos extranjeros y verán que el magnum opus suele aparecer, en la mayoría de los casos, tras una carrera de años, después de haber buscado y perfeccionado su estilo en varias obras menores. Y sin embargo los grupos sevillanos encuentran la perfección a la primera, casi de la nada, y luego vuelven a desvanecen en esa misma nada o siguen produciendo discos mediocres durante el resto de su vida artística. Es un curioso misterio, pero ya digo que en los procesos de santidad nunca faltan los hechos inexplicables.

Volviendo al grano, qué otros méritos se han podido aportar al expediente de canonización de Silvio? Las actuaciones en directo, dirán muchos. Y no dudo que habrá quien las tenga por míticas, pero en mi opinión eran un completo despropósito. Asistí a unas cuantas, y no de las últimas, y en todas tuve la misma impresión: un puñado de músicos sin demasiados escrúpulos que suben al escenario a un señor completamente alcoholizado para que el público se ría a su costa. Una situación bastante desagradable, al menos para mis estándares. Entonces, si de su carrera sólo se salva un disco, si los conciertos provocaban vergüenza ajena, si no hay, en resumen, argumentos musicales que justifiquen su canonización, si además no murió joven ni dejó un cadáver hermoso sino todo lo contrario, qué es lo que nos queda? Las anécdotas. Al final, el mito de Silvio se basa en un puñado de anécdotas, apócrifas las más, de lo que hizo aquel día, lo que se gastó o lo que se bebió; pero sobre todo de lo que dijo: aquella máxima sentenciosa bañada en alcohol y pronunciada copazo de coñac en ristre, la respuesta ingeniosa a un periodista igualmente bebido, algún estribillo repetido con etílica insistencia... Las mismas (o parecidas) anécdotas que podría contar mi abuelo del bizco Pardal o del Marqués de las Cabriolas.

Esos, y no otros, son los méritos que ha encontrado este abogado del diablo. Suficientes, por lo visto, para convertirle en mito y otrogarle en vida la Medalla al Mérito Rockero, una especie de Llave del Cante moderna que se sacó de la manga para hacerse notar cierto personajillo local que ahora va por las televisiones del régimen de valedor de la copla. Y si aquella pantomima descarada contó hasta con el apoyo del Ayuntamiento - siendo cónsules Alejandro Rojas-Marcos y Soledad Becerril - y con el fervor de toda la Sevilla rockera de la época (los documentos lo demuestran) difícil va a ser oponerse en un tribunal formado por siervos de su propia congregación a lo que, desde mi punto de vista, es un error y un dislate. Pero bueno, tampoco me va nada en ello y no voy a ser yo quien en su décimo aniversario les agüe la fiesta a los fieles. Y además: no hicieron santo en León al Genarín, que era como mínimo tan beodo y ni siquiera grabó discos, y ahora tiene hasta procesión el Jueves Santo? Pues entonces, a qué ponernos tiquismiquis?

El abogado del diablo entierra discretamente el sobre lacrado con su informe en las brasas de la estufa de la sala de vistas, pone su firma y rúbrica bajo el nihil obstat del acta de canonización, se cala el bonete, recoge el manteo y sale del tribunal silbando "Marie's the name...". Y aquí paz y después gloria. Todo lo anterior dicho sin ánimo de crear polémica.


Silvio y Luzbel - Al este del Edén (1980)

5 comentarios:

carrascus dijo...

Pues no le falta a usted razón, estimado Profe; el calificativo de “genial” (y no digamos ya el de “santo”) está muy sobreutilizado y devaluado en estos días y, con toda seguridad, el propio Silvio se hubiese horrorizado si alguien se lo hubiese aplicado.

Que Silvio se haya convertido en un mito en esta ciudad es un misterio que daría para discutir mucho, y mejor si es antes jarras de cerveza, como hemos hecho hoy los que hemos estado en el via crucis cruzcampero desde el Tardón hasta la calle Rockero Silvio, en la que, dicho sea de paso, aparte de nosotros, una docena escasa, no había ni Dios… y los bares cerrados, joé…

Silvio era único porque era una persona totalmente transparente, porque tenía una forma de vivir que pasaba solo por el presente y negaba el futuro, por su simpatía, por su vocación alcoholista, aunque su mayor enemigo fuese el tabaco y no el coñac… y si nos abstraemos de todo el ropaje mítico que le rodeaba atisbamos el terrible fondo trágico que había detrás de su transparencia. Hagamos una cosa, olvidémonos del Silvio que todos creemos conocer y miremos los tres hitos realmente más importantes de su vida: su infancia como hijo ilegítimo en la España de los años 40 y 50, su juventud como notorio cabeza loca de la era ye-yé, incapaz de conservar a su mujer y a su hijo, y ya resignado a vivir en Sevilla con su familia materna, el suicidio de su hermana. Con todo ese fondo es increíble que con cualquier cosa que hiciese o dijera levantase el buen humor de los que le rodeaban. Quizás ese fue su mayor logro.

Después de la muerte de su hermana Silvio se encamina por la senda de la autodestrucción durante casi tres décadas, hasta llegar por fin a su destino. No hay otra forma de calificar lo que fue siempre su negativa a saber aprovechar en beneficio propio ese don del ritmo y el compás de que gozaba (probablemente la herencia gitana de su abuelo), cuando artistas con mucha menor valía que él despegaban a su alrededor y sabían mantenerse décadas viviendo del cuento. Los intentos de todos sus amigos por ayudarle a aprovechar sus cualidades musicales (aunque exista la leyenda de que lo que querían era aprovecharse de él) siempre se estrellaban con su propio desinterés, cuando no sabotaje directo. No cabe otra explicación para su obsesión por enfrentarse a cada actuación en las peores condiciones posibles, con excepciones, como su anual “Cita en Sevilla”.


Tiene usted razón, Profe, al pensar que seguramente estemos ante el artista más sobrevalorado de esta ciudad… bueno, a lo mejor los Smash le ganan en eso… pero siempre se podían entrever algunas ráfagas de su enorme talento, aunque la mayoría de las veces en sus conciertos teníamos la impresión de que todo el mundo formaba parte de una broma colectiva en la que todos preferíamos ignorar que, por desgracia, como en el cuento, el emperador iba desnudo por la calle. Los que tenían que lidiar con él durante las horas previas a cada concierto saben el trabajito que costaba evitar que las “malas compañías” lo secuestrasen y le devolvieran, segundos antes de salir a escena, hecho un trapo. Un trapo con corbata, eso sí. Por suerte, en buena parte de sus discos (no solo el primero, como usted apunta) y en algunas actuaciones (pocas, pero las hubo) podemos olvidarnos completamente de lo que había detrás del personaje. Y quedarnos para siempre con el mito. Al fin y al cabo aunque tengamos muchas dudas sobre el mito de Silvio como “personaje”, creo que podemos tener la certeza de que como “persona” se merece el recuerdo que tengamos de él a través de los años.


Por supuesto, el tiempo y el hecho de que ya no esté entre nosotros hace imposible separar la aportación real del mito, así que, como le digo, lo mejor es dejar que éste último se imponga y que sea lo que le quede a las generaciones futuras.

Alcancero dijo...

Es curioso su comentario sobre que los grupos sevillanos sacan su mejor disco al principio y luego todo es decadencia. Me parece una gran metáfora de la propia ciudad, que siempre parece estar a punto de coger el carro de la modernidad y se hunde en su propia inercia, acabando todo en sus tradiciones. El propio Silvio sería un rockero, un moderno o lo que quieran, pero acabó haciéndole canciones al Betis -aunque fuese de guasa, pues tengo entendido que era de los de Nervión- y una delirante a la vírgenes de Sevilla, en la que pirateaba el "preghero" creo de Adriano Celentano (aunque bueno, estaba el precedente del "Stand By Me" americano). Con estos mimbres, mientras la Sevilla profunda siga tirando, poco se va a adelantar. Iré más lejos: de no ser por estos detalles castizos ¿sería Silvio un mito en su propia ciudad? ¿Qué hubiese pasado si se hubiese ido de Sevilla y hubiese hecho una carrera fuera de ella?

Profesor Franz dijo...

Le contesto empezando por el final: No es que Silvio no hubiera triunfado fuera de Sevilla, es que no habría sobrevivido. Como ha explicado Carracus en su extenso comentario, a Silvio lo mantenía y cuidaba su madre; lejos de la protección familiar y con sus tendencias autodestructivas habría acabado de indigente. Pero incluso contando con quien le cuidara le habría faltado su público natural. Vaya usted a convencer al público de Logroño de que ese señor que se tambalea sobre el escenario en evidente estado de embriaguez es una de las glorias del rock patrio... Y es que Sevilla hace famosos a personajes que en otros lugares no pasarían de ser tipos excéntricos o con personalidades patológicas. Y ejemplos hay de sobra. Tener alguien de quien reirse levanta la moral, sobre todo si la víctima tiene alguna tara (enanismo, oligofrenia, alcoholismo), por eso sobrevivían los bufones en las cortes. En la Sevilla de hace un siglo estos personajes vivían a la sombra de nobles y señoritos; ahora han sido adoptados por el pueblo llano, al que le encanta imitar los gestos de sus antiguos amos.

Y ahora la otra pregunta: sin su vena folklorica o, lo que es lo mismo, si no se hubiera apartado de la línea trazada en "Al este del Edén", Silvio habría sido un artista con un aura de malditismo conocido sólo entre los rockeros más viejos del lugar. Un mito del underground sevillano. Han sido sin embargo las canciones dedicadas a los equipos de fútbol y las vírgenes las que le ascendieron a los altares y a la gloria. Recordemos que esta ciudad sólo se moviliza en semana santa, en feria o cuando se produce un triunfo deportivo. No es difícil por tanto entender el éxito de Silvio entre ese público castizo al que el rock and roll le importa una higa.

Anónimo dijo...

Iba a a intentar rebatir su artículo explicando que es lo que Silvio daba en sus shows a su público aunque fuera pocas veces. Después tenía pensado hablar de como era su personalidad y todo eso que se dice siempre. Pero como eso está ya muy manido y yo soy muy vago lo resumiré: un mito no es más que una proyección imaginaria de los que lo crean. Una persona mitificada, no es alguien que se pone un disfraz de dios, sino alguien al que se le reviste de divinidad (aunque lo de divinidad sea excesivo, se entiende lo que quiero decir). Para su creación no sólo influyen las cualidades de la persona idolatrada sino también su contexto (nostalgia de una época, ser identificado con actitudes a menudo involuntarias). Este fenómeno es tan antiguo como la Historia; no hay más que ver como ha llegado a nuestros días (y a nuestra ciudad) la visión de un revolucionario que quiso cohesionar a su pueblo para que hiciera frente a los romanos.
El señor Carrascus lo ha explicado perfectamente, y él sabe de lo que habla. Silvio no era para nada profesional pero sí que era artista, y lo era antes de conocer a Pive. Lo que has escrito es una historia para desmontar el mito que es correcta, pero te pasas anulando al personaje. Decir que no contribuyó en nada en el primer disco (el mejor sin duda) es faltar a la verdad, pues las canciones no se inventaron ese día, eran fruto de más de tres años de tocarlas en directo, que era el ámbito en el que Silvio creaba.

Anónimo dijo...

Este sí que se merece todos los honores y no algunos que salen ahora por la tele recibiendo premios. Por su biología rockera, que hacía que cualquier cosa con ritmo que le pusieran de fondo quedara bien con sus estrofas en inglés inventado, incluso sin ensayar. La caza del zorro era deporte de nobles y el derribo de leyendas es el deporte preferido de los prepotentes.