domingo, 16 de septiembre de 2012

Sobre arquitectos y tumbas

Como muy bien identificó Vidal en nuestro anterior post, el edificio que aparece en la última foto es la Stadsbibliotek, obra maestra del gran arquitecto sueco Gunnar Asplund. Lo más característico del edificio es la espectacular sala de consultas cilíndrica, con varios pisos de estanterías y coronada por una cúpula muy rebajada inapreciable desde el exterior. No hay mucha obra de Asplund en la capital, aunque su influencia sobre toda la arquitectura y el diseño escandinavos es innegable. Por ejemplo la tienda de muebles de diseño más notable de la ciudad se llama Asplund. Y es el que el diseño en Suecia es una religión. Aunque no existe un museo del diseño como tal, el Nationalmuseum dedica varias salas al tema donde se exhiben todo tipo de muebles y objetos icónicos, incluyendo algunos de Ikea. De hecho muchas tiendas de diseño parecen auténticos museos, por el modo como combinan en sus exposiciones piezas vintage originales, copias contemporáneas y elementos actuales.

La otra obra importante de Asplund en Estocolmo es Skogskyrkogården, el cementerio catalogado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad y donde se encuentra su tumba, muy discreta, junto a una pequeña tapia. La visión desde la entrada es de una extensión de césped perfectamente cuidada, y más parece campo de golf que camposanto. No hay a la vista elementos religiosos, salvo una enorme cruz que lo preside todo. En el folleto para la visita del lugar se insiste mucho, con esa vergüenza culpable típica de los cristianos progresistas, en que esa cruz no es un símbolo de una fe concreta, sino del ciclo de vida- muerte-vida, lo cual es una absoluta memez pues para eso podrían haber colocado con mayor rigor una esvástica o un círculo solar. Junto a la cruz están el crematorio y las capillas, que no pudimos visitar pues sólo se abren cuando hay funerales. Las zonas de enterramiento están repartidas por los bosques de pinos que rodean la pradera, en uno de cuyos rincones se encuentra, con privilegio de tener placita propia, la tumba de Greta Garbo. El efecto que se pretende lograr, y que desde mi punto de vista se consigue, es más de dulce melancolía que de tristeza, algo bastante habitual en estos cementerios del centro y norte de Europa.

Porque no fue éste el único que visitamos. Fieles a la tradición protestante, la mayoría de las iglesias de Estocolmo mantienen coquetos cementerios en sus jardines, que no son reliquias del pasado como en otras grandes ciudades sino que siguen activos a juzgar por las fechas de las lápidas. Una costumbre que nos sorprendió es que los suecos no llevan ramos de flores a las tumbas de sus seres queridos, sino que las plantan en la hierba de alrededor. Por otro lado, hay que agradecer a la iconoclastia calvinista la ausencia de esa relamida estatuaria religiosa propia de los cementerios católicos; sobre todo, nada de "ángeles llorosos", lo que para un asustadizo fan del Doctor Who es un alivio. Por el contrario, las tumbas de los niños suelen estar cubierta de juguetes; y hasta encontramos gestos de humor en algunas lápidas. Y como sucede en cualquier parque, en cuanto sale un rayito de sol el vecindario aprovecha para hacer picnic en bañador sin ningún respeto por lo sagrado del lugar. Que tampoco es algo que quite el sueño por aquellos lares, y de hecho la mayoría de las iglesias tienen sala de juegos para los niños y cafetería.

Otro edificio emblemático de la ciudad que visitamos fue el Stadshus o ayuntamiento. Aunque se trata de un edificio de principios del siglo XX, su autor Ragnar Östberg lo ideó como un palacio renacentista florentino. El interior es bastante heterogéneo, destacando por el pésimo gusto de su decoración la llamada Sala Dorada. En la Sala Azul, que pese a su nombre está cubierta de ladrillos de color rojo y que es la única que mantiene una cierta unidad estilística con el resto del edificio, es donde se celebra el banquete anual de los Premios Nobel. Por su parte la Sala Oval, con sus tapices y sus sillones estilo Imperio, es el lugar donde se celebran los enlaces civiles cuya ceremonia oficial, de creer a la guía que nos acompañaba, puede llegar a durar hasta treinta segundos. De lo que les informo por si, como es mi caso, aún no han contraído matrimonio debido a la desgana que produce lo farragoso del ritual.

El último icono arquitectónico que vamos a comentar es la torre Kaknäs, que es como se llama el pirulí de allí. Personalmente no me interesaba demasiado, pero se trataba de una recomendación de la guía Wallpaper, lo que para mi señora es sinónimo de lugar sagrado de peregrinaje, así que aprovechamos un día de senderismo por el parque natural urbano de Djurgården para acercarnos. E incluso subimos al mirador, que desde sus 150 metros es la mejor atalaya para hacerse una idea de la llanura que configura el paisaje del área metropolitana de Estocolmo. El edificio es todo lo feo que suelen ser las torres de comunicaciones de hormigón, y de nuevo confirma la pasión de los editores de Wallpaper por el brutalismo; pero por lo menos tiene una utilidad, no como las ya famosas "setas" de la plaza de la Encarnación de Sevilla, que a lo que parece son el nuevo asombro de modernos sin referencias y arquitectos sin gusto, tanto de acá como de afuera.


New Musik - Design (1981)

1 comentario:

Vidal dijo...

Veo que al final no se acercaron a Gotemburgo. Lástima...