Porque no fue éste el único que visitamos. Fieles a la tradición protestante, la mayoría de las iglesias de Estocolmo mantienen coquetos cementerios en sus jardines, que no son reliquias del pasado como en otras grandes ciudades sino que siguen activos a juzgar por las fechas de las lápidas. Una costumbre que nos sorprendió es que los suecos no llevan ramos de flores a las tumbas de sus seres queridos, sino que las plantan en la hierba de alrededor. Por otro lado, hay que agradecer a la iconoclastia calvinista la ausencia de esa relamida estatuaria religiosa propia de los cementerios católicos; sobre todo, nada de "ángeles llorosos", lo que para un asustadizo fan del Doctor Who es un alivio. Por el contrario, las tumbas de los niños suelen estar cubierta de juguetes; y hasta encontramos gestos de humor en algunas lápidas. Y como sucede en cualquier parque, en cuanto sale un rayito de sol el vecindario aprovecha para hacer picnic en bañador sin ningún respeto por lo sagrado del lugar. Que tampoco es algo que quite el sueño por aquellos lares, y de hecho la mayoría de las iglesias tienen sala de juegos para los niños y cafetería.
Otro edificio emblemático de la ciudad que visitamos fue el Stadshus o ayuntamiento. Aunque se trata de un edificio de principios del siglo XX, su autor Ragnar Östberg lo ideó como un palacio renacentista florentino. El interior es bastante heterogéneo, destacando por el pésimo gusto de su decoración la llamada Sala Dorada. En la Sala Azul, que pese a su nombre está cubierta de ladrillos de color rojo y que es la única que mantiene una cierta unidad estilística con el resto del edificio, es donde se celebra el banquete anual de los Premios Nobel. Por su parte la Sala Oval, con sus tapices y sus sillones estilo Imperio, es el lugar donde se celebran los enlaces civiles cuya ceremonia oficial, de creer a la guía que nos acompañaba, puede llegar a durar hasta treinta segundos. De lo que les informo por si, como es mi caso, aún no han contraído matrimonio debido a la desgana que produce lo farragoso del ritual.
El último icono arquitectónico que vamos a comentar es la torre Kaknäs, que es como se llama el pirulí de allí. Personalmente no me interesaba demasiado, pero se trataba de una recomendación de la guía Wallpaper, lo que para mi señora es sinónimo de lugar sagrado de peregrinaje, así que aprovechamos un día de senderismo por el parque natural urbano de Djurgården para acercarnos. E incluso subimos al mirador, que desde sus 150 metros es la mejor atalaya para hacerse una idea de la llanura que configura el paisaje del área metropolitana de Estocolmo. El edificio es todo lo feo que suelen ser las torres de comunicaciones de hormigón, y de nuevo confirma la pasión de los editores de Wallpaper por el brutalismo; pero por lo menos tiene una utilidad, no como las ya famosas "setas" de la plaza de la Encarnación de Sevilla, que a lo que parece son el nuevo asombro de modernos sin referencias y arquitectos sin gusto, tanto de acá como de afuera.
New Musik - Design (1981)
1 comentario:
Veo que al final no se acercaron a Gotemburgo. Lástima...
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