
No cabe duda de que un sistema parecido, con las modificaciones necesarias para adaptarlo a los conocimientos actuales, podría dar excelentes resultados académicos en las universidades españolas; desde luego mucho mejores que los de ese absurdo plan de Bolonia que están empeñados en implantar. Y no lo digo sólo por la obligatoriedad de guardar silencio durante los primeros cursos. Personalmente soy un gran defensor de la fisiognomía como ciencia, y pienso que el rostro, el aspecto exterior y la actitud general aportan mucha y más precisa información sobre una persona que su curriculum vitae o un examen escrito. Por eso, en lugar del coladero de la selectividad, yo sería partidario de realizar a todos los aspirantes un estudio fisiognómico que descarte directamente a aquellos cuyo semblante muestre claros signos de imbecilidad. Nos ahorraríamos muchos disgustos. Pero volvamos a la manía de Pitágoras con las habas.
Toda la antigüedad estaba al tanto de que Pitágoras aborrecía las habas. Tanto las detestaba que, según cuenta la leyenda, murió cuando lo perseguían unos enemigos por no querer cruzar un campo de habas, lo que lo hubiera puesto a salvo. Era evidente que no le gustaba nada la leguminosa, pero no estaban claras las razones. La explicación más común, defendida entre otros por Cicerón, es que las habas son un alimento flatulento y de digestión pesada que no favorece en nada el ejercicio mental que exige la dedicación a la filosofía. Pero Gelio lo justifica de distinto modo, y se basa en un fragmento de Empédocles, otro filósofo que, aunque iba por libre, estaba muy influenciado por la escuela pitagórica:
"Despreciables, terriblemente despreciables, mantened las manos apartadas de las habas".

Y no se preocupen, que no les voy a poner la canción de Leonardo Dantés sobre los nombres mil del miembro viril, que pretendo que este blog siga siendo un sitio elegante en el que puedan entrar los niños. En su lugar, vamos con un tema de gallifantes.
Penguin Cafe Orchestra - Pythagoras's Trousers (1981)
2 comentarios:
No me quiero imaginar a Pitágoras y a vucencia en un jurado popular aplicando la frenología al acusado.
Haremos una entrada reivindicando a Lombroso, no lo dude.
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