martes, 28 de febrero de 2012

Wikileaks

Me los imagino ya al tanto de que el diario Público, cual Cid Campeador venciendo batallas después de muerto, ha empezado a publicar los correos electrónicos obtenidos por Wikileaks de la Stratfor Global Intelligence, una agencia de espionaje privada que trabaja para (y espía a) estados, organismos y corporaciones de todo el planeta. Algo así como Spectra pero sin las bases secretas y el mobiliario de diseño (o al menos eso creemos). Pues precisamente el fin de semana que fuimos a Arco estuvimos cenando con Carlos Enrique Bayo, jefe de internacional de Público y responsable de que esta información haya acabado finalmente en las páginas, aunque sean digitales, de un diario español. Bayo es también un grandísimo amigo y el único periodista de raza que conozco; y mira que conozco periodistas... En su interminable curriculum, además de varias direcciones y subdirecciones de periódicos, están sendas corresponsalías en Washington y Moscú, ésta última en plena perestroika. Sólo hay que escucharle contar las batallitas de cómo daba esquinazo a los esbirros de la KGB que le seguían a todas partes cuando quería entrevistar a disidentes o lideres independentistas chechenos para convencerse de que durante ese tiempo no se dedicó, como tantos otros, a reenviar teletipos de la agencia Tass. De hecho aceptó el puesto en Público, descartando ofertas mucho más suculentas, porque no se veía en un gabinete de prensa o trabajando para un organismo internacional; lo suyo era perseguir la noticia. Periodismo puro, ya digo.

Como les iba diciendo, durante la cena nos estuvo contando todas las negociaciones ultra-secretas que estaba manteniendo con la "cúpula" de Wikileaks para que la información se publicara en su medio. No entraré en detalles pero nos reímos muchísimo con las peripecias que le estaban haciendo pasar para evitar que la exclusiva se filtrara antes de tiempo, toda una aventura a medio camino entre una novela de Stieg Larsson y el "Atraco a las tres" de Forqué. Se notaba que estaba disfrutando lo más grande con todo aquello, que estaba en su salsa y que en ese momento no habría cambiado su mal pagado puesto en un periódico en quiebra por un sillón en el consejo de administración de cualquier gran empresa de comunicación. Es más, no le daba ninguna importancia a la gravísima situación económica por la que estaba pasando el periódico, y si de algo se quejaba era sólo de la actitud de algún medio (concretamente uno de los que ahora llora lágrimas de cocodrilo por el cierre de Público) que, como buitre al olor de la carroña, les estaba robando su red de corresponsales en el extranjero a golpe de talonario. Recuerdan "Citizen Kane"?

Y aquí la digresión: obviamente todos lamentamos el cierre de un medio de comunicación, más aún si se trata del único periódico de izquierdas que se publicaba en todo el país. Pero hay que asumir que la prensa escrita diaria es un negocio basado en un modelo obsoleto, tanto como puedan serlo las compañías discográficas o el servicio de telégrafos, y que su desaparición definitiva o su transformación en algo completamente distinto es cuestión de tiempo, ligado posiblemente a la extinción de la generación que aún consume el producto. Y hablo de los periódicos de papel, no del periodismo. Público ha apostado por mantener la edición digital, que era la que la mayoría de nosotros leíamos. El problema de este paso es la obtención de financiación para sostener el negocio o al menos cubrir los gastos, una menudencia a la que hasta ahora nadie ha dado una respuesta convincente. Escritores, críticos y opinadores, aunque se colegien como periodistas y trabajen en medios de comunicación, son otra cosa, y de hecho tienen la blogosfera para lanzar sus mensajes. Pero el periodista necesita unas condiciones para desarrollar su labor difíciles de encajar en la actual compartimentación de la Web 2.0. De que alguna mente privilegiada lo encuentre dependerá el futuro de la profesión y el de la propia sociedad.

Y volvemos a Wikileaks, ese gran zas! en toda la boca a quienes nos gobiernan. El interés de las filtraciones no es que revelen ningún secreto de estado ni que pongan en riesgo la seguridad de los países. De hecho ninguna de las revelaciones nos sorprende, porque aunque no conociéramos los hechos exactos ya nos los imaginábamos. Tampoco es novedoso enterarse de que los políticos mienten a todas horas y sobre cualquier tema y que atrapados en la evidencia lo niegan sin ruborizarse. No, lo divertido (hay que decirlo así) de esos cables y correos interceptados por esta red de hackers es que muestran a los gobernantes con las vergüenzas al aire, sin las pompas y las galas de las que se revisten cuando aparecen en público. Los mordaces comentarios de los funcionarios de los servicios secretos cuando hablan entre ellos sabiendo que nadie les escucha sobre los empingorotados fantoches a quienes espían o para quienes trabajan son el auténtico mensaje. La lástima es que estos contenidos no trasciendan más allá de un pequeño círculo de personas motivadas, mientras que las masas seguirán adorando y votando a sus ídolos de barro. Pero bueno, el placer de saber que Aznar habrá tenido que leer esos correos en los que los responsables de Stratfor se pitorrean de su cortedad de ideas y de su fantástica mata de pelo no me lo va a quitar nadie.


Jimmy Sabater - Times are changin' (1969)

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